Adicto a una relación tóxica?
Muchas veces nos preguntamos cual es la razón por la que tantas personas permanecen aparentemente atadas en una relación insatisfactoria, crónicamente conflictiva o francamente tóxica. Parecieran adictas al melodrama que las envuelve y persisten con la misma queja hacia la pareja, intentando cambiar una circunstancia que rechazan, pero que al mismo tiempo los atrapa indefinidamente. Lo peor es que a menudo pueden salir de una relación tóxica, sólo para repetir la misma experiencia o una variación sobre el mismo tema con otra persona. La verdad es que en estos casos la repetición de los dramas infantiles ata mas que el amor. Todas las personas tienen una historia infantil, una matriz de relaciones vividas entre las figuras parentales y con el niño. Se graba así un “guion” que luego se va a repetir al elegir una pareja. Sé que muchos argumentarán que eso no fue así, que la persona de la que se enamoraron se les presentaba inicialmente muy diferente a como es ahora… pero, la realidad es que el inconsciente funciona como una especie de GPS que te conduce a relaciones que te permiten reeditar el pasado. Justamente la persona que te atrae es la que tiene ciertos ingredientes (que te parecen familiares, “como si la hubieras conocido siempre”) que te permiten revivir las relaciones de tu pasado infantil. No sólo atraemos a una persona que nos permite poner en escena la misma vieja obra, sino que además ejercemos una sutil presión, de la que ninguno es consciente, para inducir al otro para que nos encarne el personaje complementario para poder representarla. Nos preguntamos entonces: “Cielos! ¿Cómo puedo salirme de esa compulsión a la repetición?”
Para comenzar puedes tratar de descubrir, sólo o con la ayuda de un psicoterapeuta, cual es el guion que está en escena. Una forma práctica es tratar de relatar tu historia infantil como si fuera un cuento de hadas “Erase una vez…” y la llenas con personajes fantásticos que seguramente van a representar aspectos tuyos o de tus figuras significativas, enlazadas por una historia. Por esa razón algunos cuentos “infantiles” han perdurado a través de los siglos; porque tienen ingredientes universales de la experiencia humana: el temor a no ser amados, el abandono, el amor, el miedo, la agresión, el deseo de controlar a otro amado o temido. Luego de observar el drama que se repite escondido detrás de lo aparentemente obvio, puedes hacer una elección sobre lo que deseas vivir realmente. Lo fundamental es recordar que somos guionistas, actores, espectadores, críticos y directores de nuestra propia obra teatral. Sólo así podremos salirnos del juego de la culpa o la recriminación crónica. En realidad, no hay víctimas ni abusadores. Sé que esta frase suena difícil de aceptar para el que está aparentemente atrapado en una relación en la que siente abusado, engañado, estafado, incomprendido, etc. Si logramos comprender que cada personaje o circunstancia estuvo allí porque nosotros la convocamos, podremos comenzar a hacernos responsables de nuestra experiencia vital y sobre todo podremos empoderarnos como dueños de nuestro destino para elegir qué escena o película sigue. Pero, primero necesitamos aprender a identificar el guion que vivimos ahora: ¿De qué se trataba? ¿Qué me permití experimentar esta vez? ¿Fue el desamor, el desprecio, el maltrato? ¿Fue acaso el gran amor imposible o inconcluso? ¿Qué quería escribir o aprender esta vez? Así dejamos de culpar a los otros y sobre todo podemos abrazar las experiencias que nos brindamos sin culparnos a nosotros mismos, ni sentirnos frustrados. Reconocemos al maravilloso creador que somos, dramaturgos de la vida, recreando escenarios para resolver y sanar experiencias pasadas, pero sobre todo para reencontrarnos con quienes somos en verdad. Desde esa perspectiva podemos aprender a amarnos incondicionalmente y aprendemos a honrar cada experiencia compartida con el otro creador con el que hemos tenido el privilegio de compartir un escenario.